LA LUCHA CONTRAPRODUCENTE

No es la primera vez, ni será la última, que escriba sobre esto,  algunos que me conocen bien, saben que es un argumento que enarbolo en varias ocasiones,  es todo aquello que está relacionado con el sufrimiento psicológico, la desquiciada a veces urgencia en solventar el malestar emocional… hay momentos y circunstancias en las que existe una especie de patente de corso para el sufrimiento, para el malestar, todo una cobertura mediática y un acuerdo socialmente amparado, en que es muy frecuente e incluso conveniente hacerlo, ahora a principios de septiembre, coincidiendo con el final del periodo vacacional para muchos, la vuelta a las obligaciones y rutinas, y el inicio del curso escolar, puede ser uno de esos momentos para vivir una “depresión”.

En está ocasión, más allá de hacer un análisis sobre la existencia de los denominados “síndromes” o “estados drepresogenos” postvacionales,  es decir doy por asumido que muchas personas van a vivir o están viviendo está vuelta al cole como algo desagradable, con relativo malestar, me pretendo referir a el enfoque que sobre esas circunstancia a nivel psicológico y privado,  solemos dar , circunstancia que nos sirve para extrapolarlo a otra cantidad de circunstancias problemáticas y que obedecen a la programación que como seres verbales que somos tenemos instauradas.

Para llevar a cabo este análisis, tomare como referencia, documentos de grandes autores en la investigación y la práctica clínica, como Steven C. Hayes o Jorge Barraca.

Somos seres fundamentalmente verbales, que quiere decir esto, ¿seres verbales?  Acudiendo a un ejemplo, se explicita claramente,  si imaginamos con detalle el chirrido y la desagradable sensación táctil de nuestras uñas sobre una pizarra, probablemente la mayoría de nosotros sintamos un leve estremecimiento y digamos que sentimos grima. Sin embargo, no estamos llevando a cabo la acción, la pizarra no está aquí y no estamos  rozando nuestras uñas realmente, este es un ejemplo muy nítido, de cómo podemos llegar a sentir algo como si estuviera presente, solo con imaginarlo. Esto sucede, gracias a  esta capacidad verbal de la que hablamos y a nuestra imaginación. Las palabras uña y pizarra han acabado por cagarse de las propiedades de los objetos que representan, aunque en realidad son solo palabras (letras en un papel o sonidos en nuestra cabeza).

Evidentemente, gracias a está capacidad representativa del lenguaje, los seres humanos hemos obtenido una gran ventaja evolutiva, ya que a consecuencia de ello, somos capaces de predecir el impacto de nuestras acciones, imaginar el futuro, aprender de pasado y sobretodo trasmitir a otros eso que hemos aprendido.  Pero también, pagamos un precio alto, como el hecho de alterarnos por amenazas que no están presentes, atormentarnos con recuerdos y remordimientos, evocar dolores, daños, catástrofes o imaginar nuestra propia muerte. Y todo en un mundo verbal e imaginario, sin que haya necesariamente ninguna realidad presente en ese momento detrás de cada una de estas sensaciones y sentimientos.

Este es un argumento simple pero conciso, sobre el origen verbal de la mayoría de nuestros problemas, y por lo tanto nuestras preocupaciones verbales que no siempre y necesariamente tienen porque tener un equivalente en el mundo real. Pero aún cuando lo tengan (estar muy triste y deprimido por terminar unas vacaciones, por seguir el ejemplo que está más de actualidad estos días), están mediatizadas normalmente  por nuestra capacidad verbal e imaginaria que lo convierte en insufrible (esos mensajes que de modo interno se producen como resultado de una mente “parlanchina” que hacen que se convierta en algo insufrible).

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¿Cuáles son las actitudes más frecuentes ante el sufrimiento psicológico?

En la mayoría de casos, la postura que adoptamos una vez recibido el malestar, interfiere directamente en el mantenimiento de este sufrimiento. La postura más habitual, consiste en la rebelión directa, es decir enfrentarse aquello que sea lo que nos genere malestar, (recuerdos dolorosos, pensamientos desagradables..etc) de forma directa y luchar por eliminarlos.  Si bien para las circunstancias “externas” este método de lucha funciona de manera perfecta, no resulta de igual modo para las circunstancias “internas”.  Ya que por más que procuremos quitarnos algo de la cabeza pensando (con la cabeza) como lograrlo, estaremos inevitablemente abocados al fracaso. Mientras buscamos resolver una situación, por ejemplo no pensando en ello, no podemos sino centrarnos más y más.

Otra manera de enfrentarse a un determinado sufrimiento psicológico podría denominarse búsqueda de aliados. Consiste en utilizar procedimientos externos realmente eficaces  para contrarrestar los recuerdos o sentimientos, pero que poseen un alto coste para la salud o para las relaciones de la persona (ej, tratar de olvidar un mal recuerdo, llevando a cabo conductas  que proporcionan un alivio del malestar psíquico pero a la larga ocasionan un problema en sí mismo, consumo de excesivo de alcohol, drogas, etc).

Estas dos tendencias a la hora de tratar nuestras preocupaciones, tienen como próposito mantener conscientemente bajo control los sentimientos o los recuerdos. Sin embargo, tal y como hemos escrito y descrito en post anteriores, el control no es nunca una solución, antes lo contrario, se convierte en el problema.

La postura alternativa, que en la actualidad en la práctica clínica y en la literatura está enmarcada en las denominadas terapias de tercera generación, por constituir una evolución sobre los postulados tradicionales, se basas en la aceptación radical de los sentimientos, pensamientos o sensaciones que producen malestar psicológico. Es sin embargo, compleja la explicación clara.

Podemos decir que la aceptación es una manera de situarse frente a los nuevos eventos internos de un modo más corporal que verbal (por seguir la denominación anterior). Es más de  lo que se trata precisamente es quitar de en medio todo lo verbal (cualquier razonamiento, justificación o lógica). En la aceptación  se toma lo que viene a nuestra mente o a nuestro cuerpo sin intentar eliminarlo o ni siquiera transformarlo, minimizarlo o reinterpretarlo. Se trata precisamente de enfatizar que hay que aceptar las cosas vengan como vengan y no solo hasta cierto punto, mientras que no duren excesivamente o no lleguen a una gran intensidad, se trata de aceptar sin condiciones.

La aceptación radical implica no luchar contra ellos, no entrar en el juego de si esos pensamientos son ciertos o no, más o menos cruciales, más o menos dolorosos.. son solo pensamientos. Debemos dejarlos fluir sin intentar apartalos, sin intentar pensar en otra cosa.

Este  es la idea, de una muestra de resistencia o la lucha contraproducente, por ej,, cuando un coche está en un zona de arena o de barro, prácticamente todos los conductores en un primer momento tratarían de salir de allí pisando más y más el acelerador. Sin embargo, la arena o el barro desplazados por las ruedas motrices hunden más el coche. Si, pese a todo, se sigue forzando el motor, es posible que se queme y se estropee el coche, con lo cual se habrá complicado más la situación. Para salir de allí no hay más remedio, que aceptar las actuales circunstancias. Aceptar que por mucho que se persevere en la misma acción, por mucho que se trate de luchar, no se va a escapar. Esta aceptación sin embargo, no es resignación, si no que permite abrirse a otras posibilidades, por ejemplo en este caso, salir del coche y llamar a una grúa, pero esto no es posible hasta que se suelte el pedal de acelerador. Y en contra de ese abandono, hay toda una sociedad que continúa diciendo: “ sigue luchando, no te rindas, hay que esforzarse…” salir del coche y tratar de solucionar el problema por una vía distinta puede resultar incómodo a corto plazo (puede mancharse de barro o de arena, puede sentir miedo o vergüenza al salir del coche) pero no hacerlo estanca la vida.

Debemos extrapolar, esta postura ejemplificada en la “lucha contraproducente” del coche hundido, ante nuestros pensamiento y sensaciones desagradables, no van a dejar de serlo pero hay que aceptar su presencia, para abandonar la lucha inútil, una lucha que agota a la persona y que se convierte en el principal problema.

En muchas ocasiones, las estrategias convencionales de control, pueden dar resultados satisfactorios, es decir con una preocupación o recuerdo que no adquiera un grado drámatico, podemos incluso lograr un olvido consciente y dirigido, podemos distraernos y vencer definitivamente tales situaciones. La aceptación radical debe adoptarse como estrategia, en aquellos casos en que se mantiene una lucha desde hace tiempo, y por la cual la propia vida se ha detenido. Volver a recordar aquello que era valioso para uno mismo, comprometerse con ello y seguir adelante pese a los recuerdos es el camino alternativo que os proponemos, que os parece, dejamos la lucha contraproducente?

Antonia M.Ramirez, psicóloga clínica

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